8.2.21

El gato y el pez.


 Estuve pensando en las similitudes entre el pez, el gato, tú y él. Desde que me mostraste el interior de tu ser, veo cómo nos habríamos relacionado en ese tiempo, en lo diferente que todo habría sido y lo bien que lo habríamos pasado, parecido a ahora, pero no habría funcionado.

Me alegra conocerte ahora, cuando yo estoy en un lugar más tranquilo y tú también. Me gusta que me cuentes tus sueños y poder contarte los míos cada mañana, me gusta tu quietud, esa que no tendrías en ese tiempo, me gusta esa incomodidad que evocabas, igual que todos en tal época. Me gustas, y te pareces a un pez.

Ya lo había pensado antes, pero ahora lo veo claro. Eres perfecto tal y como eres, quisiera tener menos miedo de hablarte porque al final siempre todo sale bien, me escuchas, te escucho y nos entendemos, y queremos estar juntos, sin ese peso que hay en otros lugares, que la mayoría tiene.


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Conozco un gato también, uno que intenta estar tranquilo pero la rabia sale desde lo más profundo de su ser, uno que me idolatraba y lo dejé, con su corazón y su pierna rota en ese hospital. Soy un perra, lo pienso seguido. Pero ahora estoy aquí con la otra versión de ese gato, con la misma energía y la misma rabia, la misma necesidad de apretarme fuerte intentando que no me vaya mientras estoy lejos en realidad, porque ese miedo es lo que me hace partir, y en mi universo interno infinito sigo alejándome mientras mi cuerpo está incómodo, adolorido de tanto amor. 

Y qué hago ahora con este gato? Lo alimento, le doy cariño, lo mantengo seguro, le doy lo más que puedo de seguridad, pero no me deja respirar. Sus pelo inunda toda mi pieza, sus garras las tengo marcadas en todo mi cuerpo, sus maullidos son fuertes, ensordecedores, y no puedo, no puedo con tanto. 

Ayer casi me desmayé del miedo de hablar de la película errónea, y creo que no es sólo cansancio o hambre. Creo que mi cuerpo está tratando de empujarme a salir de esto, pero no puedo. Lo he intentado tantas veces, pero no me deja. Se aferra a mi, me hiere y se va a llorar a una esquina hasta que no puedo de la culpa y voy, lo abrazo, y todo empieza otra vez. 

Soy una perra si me voy, soy una perra si me quedo. Tal y como mi madre lo hacía, no hay salida, sólo dolor, encierro, frustración y culpa. Una vez más, pasé de su jaula a las que me busco por mi misma. 

Cómo me salgo de esta?