8.2.22

Un desaliento, un dolor, un peso.

 No estoy segura si es la hora, la falta de luz o la soledad, pero cada día de invierno cuando empieza a oscurecer, se me viene encima una pena profunda. Me desespero en el deseo de ver a quien me hace sentir en casa, el problema es que mi casa nunca fue saludable, y así daño más a mi niña interior, esa que debería amar y proteger. Doy a mis placeres, a mis debilidades, en vez de mantenerme fuerte con ella, ser ese hogar que merecemos, esa calma, ese amor que nunca nos dieron.

Hoy cuando vino a golpear mi puerta, esa misma pena de todos los días, miré mi teléfono y no me habías escrito, recordé que estamos en conversaciones y pensé en que quizás sería mejor escribir que buscarte, conectar conmigo que distraerme con esa increíble capacidad que tienes que hacerme sentir acompañada desde lo más profundo.
Triste es que esa compañía se sienta como tal, por la falta de acompañarme a mi, por la falta de amor que tiene esa niña herida que está dentro mío y que dejo que hieran cada día más.

Quiero encontrar ese equilibrio y me pregunto si existirá. Quiero esa compañía que me das, pero sin la presión de existir constantemente a tu lado. Es posible tener algo así?

Existe siquiera lo saludable, o es al final todo una fantasía que el capitalismo nos está vendiendo?

Todo se vende, todo se vende, pero por qué entonces me falta plata? Por qué me sobran dolores, me sobran problemas, me sobran pesos en el corazón y en la cabeza? Quiero venderlos también, deben ser caros, porque llevo 28 años cultivándolos. 
Si pudiera vender todos los pesos que caen sobre mis hombros, lo tuyos, de ella y de él, podríamos vivir sin preocupaciones de esas que tanto me pesan, que nos pesan.

Ay mamá, mamita, cómo soltamos tus miedos?