Porque aunque a todos nos gustaría que hubiera sido de otra forma, no había otra manera, ni otro momento, para la Violeta de partir. Porque ese dolor que sentía día y noche no lo sentía nadie más que ella sola, allá en La Reina.
Sola, no sólo en su carpa. Sola en su pensar y en su infinito amar, esa soledad que entendemos cuando llegamos a un pensamiento sin salida más que la tristeza y el descontento.
¿Saben quién mató a Violeta? El gobierno. No sólo el Chileno, todos los gobiernos. La mató el odio que sienten entre hermanos, la mató la violencia, la diferencia, la codicia, el poder.
A Violeta Parra la mató la desesperanza de una existencia sin sentido, rebosante de la falta de pensar de los condenados a vivirla.
Antes pensaba que el suicidio era para los débiles, pero leyendo sus canciones entiendo que no había otra opción para su mente y su corazón.
Ay Violeta, si pudiera hacer una cosa, iría a decirte que todavía hay una pizca de esperanza, que ésta generación está cada vez más cerca de entenderte, que quizás sí podemos cambiar la existencia y disfrutarla como se debe. Y te daría un abrazo, uno largo y apretado para que sepas que con tu dolor, habemos muchos.
Daniela.